Cocina sin plástico

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Les comparto un fragmento del apartado “Cocina sin plástico” de mi libro “Una vida sustentable”

“Debo confesar que los reemplazos de la categoría “limpieza” son los que más me han costado (y algunos me siguen costando). Así y todo, voy a contar un poco cuales son algunas de las alternativas sustentables con las que me fui encontrando. 

Esponja y detergente

A la hora de lavar los platos hay dos elementos básicos que podemos reemplazar: la esponja y el detergente. Pero, ¿Por qué hay que reemplazarlos? ¿Qué tienen de malo? 

Empecemos por la esponja tradicional, la amarilla o verde, con un lado más suave y uno más áspero. ¿De qué está hecha esta esponja? “La mayoría de las esponjas utilizadas en la cocina están fabricadas de  espuma de poliuretano (o gomaespuma), un material poroso compuesto de polímeros plásticos.” ¿Es reciclable? No. ¿Es biodegradable? Tampoco. Pero lo peor no es esto, lo realmente malo es que estas esponjas se van desintegrando, a medida que las usamos se les van saliendo partecitas, primero se va desprendiendo la capa más dura y después el resto del cuerpo de la esponja. Lavamos, perdemos pedazos de esponja, estos son arrastrados por el agua y empiezan a recorrer los túneles que llevan el agua de la ciudad hacia los ríos y los mares. Así, esos pedazos ínfimos de esponja que caen diariamente por los desagües de miles de millones de casas, van entrando en contacto con la fauna acuática y confundiéndose, muchas veces, con alimento. 

De frente a esta realidad, lo mejor que puedo recomendar es optar por una esponja vegetal. Literalmente es el fruto de una planta que sirve para lavar los platos (aunque también se usa para el cuerpo). Al ser un producto 100% natural y orgánico, no genera ningún tipo de contaminación o daño al ambiente, la podemos compostar y esperar a que vuelva a convertirse en tierra junto con el resto de los residuos orgánicos. Este tipo de esponja también puede conseguirse recubierta por hilo de yute, que al ser también derivado de una planta, una vez que ya no cumpla su función o esté muy mal tratado, puede colocarse en el compost. La combinación de esponja vegetal con yute puede servir para imitar un poco más la consistencia de la esponja de plástico amarilla a la que tanto nos acostumbramos. 

En este punto quiero hacer una observación: muchas veces cuando buscamos eliminar un objeto de nuestras vidas porque no es sustentable, adquirimos su versión ecológica y nos quita el entusiasmo darnos cuenta de que no es igual. La realidad es que pocas veces los reemplazos son iguales a aquellos que estamos dejando ir, pero no por ser distintos son peores, es solo cuestión de volver a acostumbrarse. Las primeras veces que usé la esponja vegetal no me gustó, tenía muy fresco en mi memoria el recuerdo de la esponja amarilla y en algún punto me sentí decepcionada. Pero como todo, como cualquier cambio de la vida, el tiempo hace maravillas, el recuerdo de la esponja amarilla se va disolviendo y la nueva experiencia de la esponja vegetal empieza a resultar tan satisfactoria que ni siquiera entendemos por qué no la usamos antes. Así que este es mi consejo: no te dejes bajonear si el primer día no te gusta, dale otra oportunidad y acordate del bien que le estás haciendo al planeta”.



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